
Al pin, al pon, a la hija del conde Simón. A la lata, al latero, a la hija del chocolatero. Alguien robó mi corazón, y sé que no fue un ratero en el Transmilenio. Fuiste tú, la que se lo llevó, la que perseguí por columpios, parques, areneras, pasillos y cuadras, pero me dejó sin aliento. Antes creía que eras un ángel y tenías alas, pero una noche levantaste el vuelo y desapareciste en el cielo con tu escoba de bruja.
De rodillas en el andén te gritaba que me lo devolvieras, te explicaba la falta que me hacía para vivir, pero mi llanto era tu risa, y te divertías jugando con el mío cardio a ponchar estrellas fugaces. Así que me diste una idea. Alisté mi cauchera y te intenté atinar, pero era tan mala mi puntería, que rompiste en carcajadas al ver que en el bosque maté dos pájaros de un tiro, al pájaro carpintero que ya no pudo martillar y a la pájara pinta sentada en su verde limón. Y me tocó salir corriendo, pues el lobo del bosque si estaba vestido y por poco me alcanza.
De alguna manera te tenía que bajar de las estrellas para recoger mi corazón y quemarte hasta las cenizas bruja preciosa. Que llueva, que llueva la virgen de la cueva. Con un dedito, con dos, con tres, con cuatro, con los cinco, hasta con los píes. Deseaba que cayera un diluvio para que te partiera un rayo, cayeras en la autopista y te cogiera un carro o te espichara el tren de la sabana vagón por vagón, nestlé, milo, can can, alpina… Cada uno por cada lonchera que te compartí en los recreos a cambio del olor a manzanilla de tus cabellos de resortes bellos.
Ninguna de mis estrategias funcionó para hacerte bajar, así que quise llegar hasta ti construyendo un puente con cáscaras de huevo, pero no bastaron las que sobraban de los desayunos de la ciudad, y al no tener corazón cometí tan gran pollicidio, que las gallinas entraron en conmoción, pues sufrían al no escuchar a sus pollitos decir pío pío, ni cuando tenían hambre, ni cuando tenían frío. Así que la pollicía emitió una orden de arresto para capturarme.

Traté de huir en el carro de papá, el coche feo, pero no llevaba tortas porque todas te las comiste tú cuando salíamos de paseo con mi familia. Así que me atraparon…
Hambre y frío siento ahora en esta cárcel de niños, aunque estoy congelado y no puedo moverme, agradezco tu visita. De nuevo luces como un ángel, se ven bien tus alas. Parece que sólo quería verte a los ojos, escuchar tu voz y tu sonrisa. Por mi corazón no te preocupes, quédatelo, eso sí por favor me lo devuelves cuando vengan mis amigos y me toquen para descongelarme y liberarme de esta condena.
De rodillas en el andén te gritaba que me lo devolvieras, te explicaba la falta que me hacía para vivir, pero mi llanto era tu risa, y te divertías jugando con el mío cardio a ponchar estrellas fugaces. Así que me diste una idea. Alisté mi cauchera y te intenté atinar, pero era tan mala mi puntería, que rompiste en carcajadas al ver que en el bosque maté dos pájaros de un tiro, al pájaro carpintero que ya no pudo martillar y a la pájara pinta sentada en su verde limón. Y me tocó salir corriendo, pues el lobo del bosque si estaba vestido y por poco me alcanza.
De alguna manera te tenía que bajar de las estrellas para recoger mi corazón y quemarte hasta las cenizas bruja preciosa. Que llueva, que llueva la virgen de la cueva. Con un dedito, con dos, con tres, con cuatro, con los cinco, hasta con los píes. Deseaba que cayera un diluvio para que te partiera un rayo, cayeras en la autopista y te cogiera un carro o te espichara el tren de la sabana vagón por vagón, nestlé, milo, can can, alpina… Cada uno por cada lonchera que te compartí en los recreos a cambio del olor a manzanilla de tus cabellos de resortes bellos.
Ninguna de mis estrategias funcionó para hacerte bajar, así que quise llegar hasta ti construyendo un puente con cáscaras de huevo, pero no bastaron las que sobraban de los desayunos de la ciudad, y al no tener corazón cometí tan gran pollicidio, que las gallinas entraron en conmoción, pues sufrían al no escuchar a sus pollitos decir pío pío, ni cuando tenían hambre, ni cuando tenían frío. Así que la pollicía emitió una orden de arresto para capturarme.
Traté de huir en el carro de papá, el coche feo, pero no llevaba tortas porque todas te las comiste tú cuando salíamos de paseo con mi familia. Así que me atraparon…
Hambre y frío siento ahora en esta cárcel de niños, aunque estoy congelado y no puedo moverme, agradezco tu visita. De nuevo luces como un ángel, se ven bien tus alas. Parece que sólo quería verte a los ojos, escuchar tu voz y tu sonrisa. Por mi corazón no te preocupes, quédatelo, eso sí por favor me lo devuelves cuando vengan mis amigos y me toquen para descongelarme y liberarme de esta condena.

Lotería!! Lotería para ti que llenaste el tablero de los recuerdos...y haces evocar tantos sentimientos de mi niñez...Yo vi pasar a tu bruja, llevaba también las laminitas que faltaron en tantos álbumes que llenaste...pero volverá y te traerá no solo el corazón sino todas las lagrimas de niño...
ResponderEliminaraaaaayyyyyy!!!!!!!!!!!!!!!
ResponderEliminarq bonito!!!!!
me encanta!!!!!
y muchoooooo!!!
Mi querido amigo escritor, déjame felicitarte!!! y Marcia no se queda atrás, lo hacen muy bien los dos!!!
Mil gracias por enviarmelo al correo. Yo insisto en q debes sacar un libro!!!!
Un abrazo a mi amigo poeta!!!! :O)
Gracias Marcia, gracias Adriaa. Lo del libro, pues ya vedrá, estoy seguro.
ResponderEliminarUFFF el internet me dejó jugando escondidas por varios días, pero que bueno que no sea tarde para decir: "un, dos, tres por mí y por todos mis amigos... salvo patria!!!!"
ResponderEliminarGracias por llevarme en esta tarde fría, qué fría, congelada de otoño a un hermoso viaje por mi niñez...